Carta a los lectores
por Pablo Cervera Barranco
Querida familia Magnificat:
«Mirarán al que traspasaron» es la profecía de Zacarías (12,10) que san Juan verifica, por una parte, en el momento de la muerte de Cristo (Jn 19,37). Al mismo tiempo, el discípulo que había reposado en el costado de Cristo anuncia que esa mirada de fe se verificará a lo largo de la historia, es decir, anuncia el culto al Corazón de Cristo. La mirada de la Iglesia se dirigirá infaliblemente hacia este signo de salvación, signo definitivo del amor redentor de Dios. Para san Juan, el Traspasado encauzará todo el desarrollo del culto cristiano: «Cuando yo sea elevado sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí» (Jn 3,14).
La mirada de los creyentes hacia el culmen de la revelación será una mirada de amor y de reparación: «Volverán sus ojos hacia mí, al que traspasaron. Le harán duelo como de hijo único, lo llorarán como se llora al primogénito» (Zc 12,10). Lloramos al Hijo único del Padre… Esta mirada será portadora de frutos espirituales: «Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo Único (lo entregó a la cruz) para que todo el que crea en él (lo contemple con fe) no muera, sino que tenga vida eterna» (3,16). Finalmente, esta mirada amorosa y fecunda será una forma de contemplación: ver al Crucificado nos inicia en un misterio escondido cuya revelación se realiza a través de la herida abierta que invita al «ojo» espiritual del creyente a buscar la fuente secreta de la que brotan aguas vivas: «¡Del corazón de un muerto ha brotado la vida!», gritaba asombrado Orígenes. Contemplemos al Crucificado.
.
En Jesús y María,
.
(Leer más)