Carta a los lectores
por Pablo Cervera Barranco
Querida familia Magnificat:
Cuando se va a emprender un viaje hacia un destino desconocido, es razonable, e incluso necesario, estudiar el itinerario: preparar lo mejor posible la aventura que se avecina para que sea lo más gozosa posible. El año que comenzamos es una suerte de viaje en el que el cristiano sabe que la meta siempre es Cristo. Un faro potente ilumina nuestra salida, la Virgen nuestra Madre (1 de enero), y a lo largo del año se hará también presente a través de sus fiestas. Para llegar bien a nuestro destino, la Iglesia nos regala en este tiempo (el Año litúrgico) «hitos» en el camino que nos iluminan y que favorecen nuestra vida cristiana: los santos.
El Año jubilar, convocado por el papa Francisco, y que acabamos de inaugurar, es un acicate ulterior. Todo este planteamiento tiene que ser un motivo de alegría, de entusiasmo y de ilusión para seguir profundizando personal y eclesialmente en la andadura que tenemos por delante. No se trata de repetir o mirar atrás, ni siquiera en la liturgia, sino de asimilar con mayor hondura el misterio de Cristo.
Este es el destino y la meta del cristiano y de la Iglesia, y será definitivo en el momento de nuestra muerte. En ese momento nos encontraremos cara a cara con nuestro destino definitivo: aquel a quien durante la vida hemos encontrado en la fe. Por eso, buen viaje a todos.
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En Jesús y María,
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