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Una hermosa historia de amor
Pierre-Marie Dumont
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Aparición del Sagrado Corazón a santa Margarita María de Alacoque, 1925
Basílica de San Pedro del Vaticano
Uniéndonos a la celebración de los 350 años de las apariciones del Sagrado Corazón de Jesús a santa Margarita María de Alacoque, en este año 2025 dedicaremos nuestros comentarios de MAGNIFICAT a contemplar imágenes que nos ayuden a hacer memoria del amor de Dios a los hombres a partir de su Corazón misericordioso. La primera, explícita y muy significativa, nos conduce hasta la basílica de San Pedro del Vaticano. Allí, en 1925, se realizó un gran mosaico para recordar las milagrosas apariciones que tuvieron lugar en el siglo XVII en el convento de la Visitación de la localidad francesa de Paray-le-Monial.
El efecto pictórico de la composición apenas nos permite advertir la unión de las milimétricas teselas que componen esta pieza que presenta un carácter monumental en cuanto al tratamiento de las figuras y del espacio. El hábito se convierte en atributo iconográfico para identificar a santa Margarita María de Alacoque (1647-1690) como religiosa de la Orden de la Visitación de Santa María, fundada en 1610 por san Francisco de Sales (1567-1622) y santa Juana Francisca Frémyot de Chantal (1572-1641). Sus primeras constituciones para la vida comunitaria, de 1613, se basan en la Regla de san Agustín y en los consejos evangélicos de pobreza, castidad y obediencia. Su carisma propone una profunda humildad en el amor a Dios para abrazar con dulzura al prójimo, especialmente a los pobres y enfermos. Además, desde las revelaciones místicas a santa Margarita María en la segunda mitad del siglo XVII, la Orden también difundió la devoción al Sagrado Corazón de Jesús.
Original de Borgoña, santa Margarita María nació en una familia acomodada y numerosa, ya que fue la quinta de siete hermanos. Desde muy pequeña vivió con gran piedad y siendo niña consagró a Dios su castidad. No tuvo, sin embargo, una vida fácil, ya que estuvo marcada por la muerte de su padre cuando ella tenía 8 años, y por la enfermedad, pues estuvo aquejada por afecciones reumáticas de extrema gravedad. Esta circunstancia fue clave en su biografía, pues la joven pidió la especial protección de la Virgen, prometiendo consagrarse a ella si recuperaba la salud. Así lo expresó la joven Margarita: «Recibí la salud y una nueva protección de esta Señora, la cual se declaró dueña de mi corazón, que, mirándome como suya, me gobernaba como consagrada a ella, me reprendía mis faltas y me enseñaba a hacer la voluntad de Dios».
La dependencia de su familia paterna motivó continuas distracciones en Margarita María, hasta que manifestó firmemente su deseo de consagrarse a Dios en la Orden de las visitandinas, así llamada en honor del misterio de la visitación de santa María a su prima santa Isabel. Finalmente ingresó en el convento de Paray-le-Monial el 20 de junio de 1671. Allí vivió, no sin dificultades, la obediencia a su superiora y la caridad a sus hermanas hasta su profesión definitiva el 6 de noviembre de 1672. La animaba el deseo de configurar su corazón a imitación del de Cristo para su mayor gloria y, para ello, el Señor le concedió una conciencia recta, la santa obediencia y el arma más preciada: su santa cruz.
Las apariciones, referidas de forma genérica en este mosaico, comenzaron en diciembre de 1673, cuando santa Margarita contaba veintiséis años y se encontraba rezando ante el Señor sacramentado, sutilmente referido tras el altar del plano más alejado en esta composición. Desde este momento, el Señor la consideró discípula de su Sagrado Corazón, por lo que, en la imagen, sobre los ropajes de Cristo, emerge su corazón como signo de las visiones místicas de santa Margarita María y emblema de la Orden de la Visitación.
La propia Santa describe en su testimonio cómo meses después, en la segunda revelación, el Señor se le mostró «en un trono de llamas, más brillante que el sol», citando además la corona de espinas y la cruz, detalles omitidos en la composición del Vaticano. En la festividad del Corpus Christi de 1674, vivió santa Margarita la tercera aparición, cuya descripción encuentra mayor correspondencia con la imagen que abordamos: «Jesucristo, mi Amado, se presentó delante de mí todo resplandeciente de gloria, con sus cinco llagas brillantes como cinco soles y despidiendo de su sagrada humanidad rayos de luz de todas partes, pero sobre todo de su adorable pecho, que parecía un horno encendido; y, habiéndose abierto, me descubrió su amante y amable Corazón». No fue la última experiencia mística, ya que en junio de 1675 Cristo se le apareció de nuevo para pedirle que instituyera la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús el primer viernes después de la Octava del Corpus.
El gesto de asombro de la religiosa en el mosaico no refleja los sufrimientos e incomprensiones que vivió en su comunidad, donde fue sometida a continuas humillaciones y pruebas por el descrédito que suscitaban las divinas apariciones. Únicamente su director espiritual, el padre jesuita Claudio de la Colombière, creyó en sus palabras al intuir la santidad de su persona, por lo que le pidió que recogiera en un escrito sus revelaciones místicas.
Los sufrimientos de santa Margarita María dieron mucho fruto ya que tan solo tres años después de su muerte, acaecida el 17 de octubre de 1690, el papa Inocencio XIII promulgó una bula para instituir la fiesta del Sagrado Corazón en los conventos de la Orden de la Visitación. La devoción fue en aumento y su sucesor, Clemente XIII, determinó en 1765 que la Archicofradía Romana del Sagrado Corazón de Jesús celebrara la fiesta en Roma, hasta que en 1856 el papa Pío IX, acogiendo especialmente las súplicas de los obispos de Francia, la instituyó oficialmente en la Iglesia universal y prescribió su celebración litúrgica mediante el Decreto de la Sagrada Congregación de Ritos de 23 de agosto de 1856. En relación con la protagonista de nuestra obra, el 13 de mayo de 1920, Margarita María fue elevada a los altares por Benedicto XV, canonización que supuso un notable impulso para la devoción al Sagrado Corazón de Jesús.
Fue precisamente este acontecimiento el que propició la consagración de un altar en la basílica de San Pedro y el encargo de un mosaico para su ornamentación. Para la realización de este, se utilizó como modelo la pintura que Carlo Muccioli, director de la fábrica de mosaicos de la basílica vaticana, había realizado en 1919 para referir las revelaciones místicas de santa Margarita María.
El artista nos traslada desde Paray-le-Monial hasta la propia basílica vaticana estableciendo un juego entre la arquitectura real y la arquitectura ficticia, donde se advierte un transparente equiparable al situado sobre la Cátedra de san Pedro. El pavimento de mármoles de colores, así como las escalinatas que diferencian la realidad celestial y la terrena, obedecen al decorativismo de la basílica vaticana. A partir de este mosaico podría señalarse que, al menos desde el siglo XVII, las ceremonias de canonización consolidaban el modelo iconográfico para la representación de los santos. Esta imagen cobra mayor valor a la luz de la encíclica Haurietis Aquas, escrita por Pío XII en 1956 para atraer a los hombres a la contemplación del Sagrado Corazón de Jesús como máxima expresión del amor misericordioso y reparador de Dios.
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María Rodríguez Velasco
Profesora de Historia del arte, Universidad CEU San Pablo, Madrid
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Aparición del Sagrado Corazón a santa Margarita María de Alacoque, 1925 Basílica de San Pedro del Vaticano ©Luisa Ricciarini/Bridgeman images.
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