Carta a los lectores
por Pablo Cervera Barranco
Querida familia Magnificat:
El mes de marzo cubre prácticamente todo el tiempo de Cuaresma. Siguiendo la línea de pensamiento de los meses anteriores, también este mes es tiempo de revelación de Jesucristo. Todo el Año litúrgico, de hecho, lo es. En este caso, desde el inicio de su vida pública, Cristo es empujado por el Espíritu Santo al desierto. Tras la unción del bautismo para la misión, Jesús se retira a la oración (comunión con el Padre). No hará nada que el Padre no quiera, ha venido a hacer su voluntad. El querer del Padre es su alimento.
Este tiempo de gracia cuaresmal debe llevarnos a la búsqueda y cumplimiento de la voluntad del Padre, y el momento privilegiado para conocerla es la oración. La oración no consiste en decir muchas palabras, sino en el «trato de amor con quien sabemos que nos ama», como decía santa Teresa de Jesús, o en un «coloquio hablando como un amigo habla a otro», en palabras de san Ignacio de Loyola. En ese diálogo, Dios nos revela poco a poco su voluntad, nuestra misión, tal como hizo con su Hijo.
En Jesús y María,
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